HUMBERTO VINUEZA
(1944)

MAS ACA DE LOS SIGNOS ZODIACALES
(fragmento)

Estoy triste, andino,
equinoccialmente triste. No cabe
en mi fardo, en mi paciencia vacante de shamán
tanta harina monótona para el verso ázimo;
tanto ensimismamiento, vasos comunicantes,
tanto Vallejo, dispuesto y prelúdico,
tanto alambique triste. Beso en mi bufanda
las tristécimas de la unidad que somos,
tú yo, pareja más impostergable que póstuma.
Puedo gritar, aullar como Ginsberg
al eco en el silencio del silencio.
(La luna se dilata, bajísima, como propaganda
de preservativos contra el SIDA).
Puedo, ahora lo sé, ahora puedo
como Pound escribir en las paredes:
"Lo que bien amas permanece.
Pero haber hecho en vez de no haber hecho
eso no es vanidad".

Soy un actor sensible a las autocríticas
-laxante rasgo incorporado a mi cultura
de nieves perpetuas, páramos y marismas.
Reasumo la libido y sus lindes elásticas
en cuarta dimensión; la vida desde lo más
simple hasta lo compuesto-descompuesto;
todos los reflejos condicionados o no,
con señuelos siniestros; los complejos
(todos), especialmente el de superioridad
tan venido a menos: incomparable.

Mi lucidez impasible busca símiles
en los laberintos siderales, en el tiempo
de los tiempos recién inventado
por el primer segundo de los amantes;
en el infinito visto a través del milímetro
recuperado de humanidad.
Es la desgarradura nuestro striptease verídico
y nunca se callarán las rocolas lejanas
a no ser que, de pronto, el camino
sea Marx y Cristo el atajo,
pero, mientras tanto, ocurre lo contrario.

Marx en la cruz y
Cristo sobre la geometría magnética
entre el frenesí y la quimera. Así,
los desuniversados bajo la intemperie
teneblosa del cosmos esperan, siempre
esperamos lo peor de la resurrección imposible.
El camino es el atajo;
con Marx y las cruces construiremos la rueda.

Por lo demás, ya lo intuía,
¡quién no tiene su década de los sesenta,
por no decir lustros maleables, años de soler y amanecer,
instantes remordidos entre paralelos y meridianos,
su aura de hombrenuevo, implícita en el instinto
como vacuna; su aventura en serio,
portátil, su Gagarin; su tonada mundial
en un poema para el íntimo baile!

¡Quién no escarba en su mochila llena de bitácoras,
lámparas, añicos, lascas, hojas de coca en la escarcela,
partituras de los más bellos cantos de sirenas,
reencarnaciones a medio re, clones místicos,
fotografías de ovnis con Dulcineas redundantes,
cabellos de ellas de cuando la calvicie
era todavía un arcano síntoma,
brújulas arrojadas al insomnio
por la imposibilidad siempre inconclusa del absurdo,
horóscopos que rozan la espalda intermitente
para fenecer un poco y mucho renacer
burlando los signos del zodíaco!

La duda hace lo suyo
atada al vuelo de dos murciélagos.

Está agotado el script.

Quizás algún motel esté abierto
para lúdicos, terrícolas, vulnerables
amantes;
mas
tú no estás conmigo.

Nadie, a esta hora, camina en la ciudad.

1959

Longevidad total.
Tiempo de sacudir el malestar del cuerpo
bailando con el cuerpo social del malestar.
Escarceo de versos que juvenecían
en la ráfaga de la amada novata,
desde cuyo vientre la vida prohibida,
blanco o negro, devino
castaño instante resumido en una moneda
entrando por la ranura de la rocola,
llena de Elvis Presley y cerveza
y morisqueta de post y guerra fría.

Tiempo de la prístina piedra política
lanzada contra el espejo
de las armonías improvisadas.

Del ritmo de la Historia hablo,
de su abrupta ruptura,
de la voz al fondo del destete,
del reflejo insondable de mi río cielo-adicto.

De la revolución hablo, del Che,
de ti Fidel Castro,
como el primer acto de gula por la perfección.

EL POETA "FAKIR" Y SU AMADA

La he visto nuevamente. Vive
ella llena de adivinaciones
en la luz entreabierta de su amor baldío.
Su impertérrito peinado,
los gestos omnímodos,
la forma de hablar solfeando en letras cíe boleros,
y sus senos esplendorosos todavía
-ahora huacas de mis labios y mis manos-
en el plano inclinado sobreviven.
Desde el tiempo de un velero de hostias
en que recogía lloviznas en el lloyo de su falda,
siempre pensó y no me dijo:
"toda resurrección nos hará más solitarios".
Me miró culposamente
entre el perfume añejo en extravío,
y sintió de pronto futurecida ella,
que sobre mi silencio desfondado
cayó una brizna de musgo lila;
le sonreí con mi dentadura ajena,
con mi mente errante a marchas forzadas;
eché a caminar con mi pierna manca,
siempre pensé y no le dije:
"aun la ternura es cruel
y la poesía el dolor más antiguo.
Tú vales más que todos mis poemas".