RUBÉN ASTUDILLO
(Cuenca, 1939)

ELEGIA

I

Quién te habrá secuestrado, tierra del primer día, al este de qué
lunas; cuarzo de leche tibia, dónde estará tu sexo. Tu vello
de altiplanos dónde estará creciendo. Dónde fue que te fuiste
comarca del principio. Cómo,
que te perdimos. Cuándo el que la ola negra
cayó sobre tus ingles de arena ensortijada

y levantando cercas; e infectando las aguas; y mordiendo
les hombros de azúcar de las minas, hizo de tus girantes
espermas una larga catedral ulcerada?

II

Cuántos se habrán salvado la noche de los pumas. Quién
beberá en tus vasos de la sobrevivencia. Dónde estarás
perdida. A qué enviado esperando.

III

A veces te rescatas. Sales llena de blancas farmacias desde
el alba, pero luego te pierdes. Como galgos mordiendo
te estrujan los relojes y te vas. Desde el fondo
vuelve a estallar la noche y nos quedamos
solos: ojos penitenciales y flores de
gangrena; códigos de emergencias; letreros y jornales; llagas en
llanto; rastros de rostros rotos y humo.

IV

Si alguna vez pudiera, cuando menos, soñarte a
voluntad; traerte a la escalera del pozo de los gritos;
ver el rostro que vistes después de
tantas lacras; la vulva o las maduras
guitarras de tus aguas.

Esta luna se cumplen milenios y milenios que estamos
desterrados.

SEGUNDA ELEGIA

Carne con voz de vino
salvaje y muslos verdes; luna que sentabas
como una nave nueva; bahía de los ritos; piedra
frutal; vagina de azúcar y de
orquídeas, dónde estarás ahora.

Qué espuela encabritada te hace
parar
los senos

Quién te abre la cintura de copla
de las uvas;
Las nubes de qué lado te hacen caer su
semen.

Con quién te acostarás.

CRONICA

I

Estábamos labrando las olas de los rayos cuando cayó el
eclipse vertical, alto negro; como granizo agostador; como
sierpe sin fin; como una larva prematuramente

llena de escorpiones; como una marca insomne; como una
progresión; como un aullido muerto.

II

Súbitamente fuimos atacados. Súbitamente. desprevenidamente. Mortal
Gratuitamente, nos vencieron.

III

Alguien dijo que Dios; Otro: la muerte de los otros, sentaron
a los pumas en el templo; regaron nuestros vinos; como tifón
de fuego; como estampida ardiendo, quemaron nuestros valles. Uno
a uno nos fueron
cortando
la alegría; el aire de vivir para los días; la costumbre de
estar junto a los frutos.

IV

Las islas de la piel y el verde de
la sangre, también nos arrancaron.

V

Las cortezas del mar y sus semillas; las alas de los ríos; los
bosques que solían sentarse con nosotros. Los mimbres de
la luz,

todo de un solo tajo
nos arrancaron. A entre todos. De un solo
sacudón. Con hueso y alma. Y armas.

VI

Prendedles la señal y echadles al desierto, se levantó una
voz entre los pumas. Alguien dijo que Dios; otro, la muerte
de los

otros, la Alquilada. Y los pumas cantaban un extraño cuchillo de
condenas.

VII

Fue como si esa canción, hubiese sido la consigna que faltaba
para hacernos más llaga entre la sal; más carne abierta a
limonazo limpio y a vinagre.

VIII

Piedras que no habíamos visto hasta esa fecha se pusieron de
pie para contarnos. Largos, profundos tajos nos hicieren. desde la
frente hasta la malva de las extremidades
inferiores; dude la una mano a la otra mano; desde la dulce
mata de los vellos hasta los vinos almacenados del instinto;
de la semilla de la voz el arco de los pasos; desde el
almácigo del hijo; desde su rol futuro, hasta los arcos de
arcilla de los huesos.

IX

Luego, nos obligaron a partir, nos empujaron. Al principio uno a
uno. Después
de un solo golpe a todos como basura al podridero; como a viernes
de entierro; como a perros con lepra, al río de los ascos.

X

Sobre el puñal del agua, empezamos a huir para no ahogarnos. Nadie
sabía que estaba sucediendo; por qué se hizo la noche cáncer
interminable;

quién venía detrás; quién era el dueño del rostro que
cargaba entre los labios; de quién los ojos que eran
pisoteados; el sexo que quemaba entre las piedras como luna
colgada entre los
cactus; o, la última costumbre,
como jinete muerto, rodando a media asta, abajo cada vez, más hacia
abajo.

XI

Fue ... Como una larga noche enfatalada. Como una cordillera
de noches sin pasar; y en medio de ella, sin brújula posible
ni señales; girando y chapoteando; heridos a traición entre
ávidos residuos y expiaciones; tomados de los
gritos, avanzamos.

XII

Al fin, mordimos la otra orilla.

XIII

Olvidados del tiempo y sus espejos
apenas si pudimos pensar que muchas pieles habían reventado
y dado paso a otras, mientras
tanto. Las mareas
habían realizado contorsiones y huellas en la playa. Cada huella era
una
piel que se nos iba yendo. Cuando menos, así solíamos contar
al otro lado, antes de la era de
los pumas; alguien dijo que Dios; otro,
de la Alquilada de los otros ... la andariega amarga.

XIV

Pero sobrevivimos.

XV

No gloriaba la luz cuando empezamos a reunir las voces para el
fuego común. Cantando
queríamos volver a construir de nuevo las hojas de los
días; poner un campamento de hierbas interinas, cuando
menos; unidos como un resto común sobre la noche y sus
puñales vivos, rescatar hasta el mínimo
recuerdo de las formas que nos arrebataron.

XVI

En eso, estábamos, cuando «la obscuridad se hizo visible» y
nos vimos aullando en medio
espanto. Dónde la flor de piel, dónde los musgos dulces; dónde el
árbol de albúminas que nos dio la madre y su útero de lunas

ORACION PARA SER DICHA AULLANDO
o TERCER INTENTO DE SALVACION

Arrastrados por el miedo le crearon los
unos; por la pasión los
otros; alguien tal vez por cobardía, por la
soledad, muchos.

pero si yo pudiera; si este poder
nos dieran, lo haríamos tan sólo por la
pena.

cuánto debes sufrir en tu abandono,
pordiosero, limosnero
de nombres y de preces
cuánto deben dolerte los
mundos que no hiciste; los trapos de color
en donde
te han podrido; y, el aire consagrado
en donde tanta peste te
sobreapesta el
agua.

no te odiara ni amara si existieras (me han
dado evidencia de que tú nunca fuiste
-entre paréntesis-),
pero si es que existieras en verdad, te invitara
a que caigas y
nos llegues; te diera mi camisa y mis
zapatos; mi chompa; mi blue-jean; y mis
pañuelos; mi modo de beber y mi
costumbre
de abrazar hasta olvidarme las esquinas, los
bares y las pistas.
hecho hombre y en ahora, te llamara a que
vivas
y
goces con nosotros si alguien puede gozar
en estos
días.

sí te proclamara, así
yo te creara.

con otro nombre te dibujara al mundo:
e1 que te han puesto
debe dolerte mucho. pesarte a cuchillazos. y a terrores.

yo te llamara amigo, es la única palabra
con que
puedo zurcirte los pedazos que
restas: es la única lámpara con las manos
salvadas en esta gran resaca.

amigo, en nuestras jorgas fueras; asistieras
al cine; rodaras las aceras; con nosotros
conocieras el
hombre de todas las palabras.

pienso que te estoy viendo y estallan las
mañanas del sueño
en media luna: sentado a muestras mesas;
con nuestros
mismos tragos amasando tus mundos;
gimiendo el
rock. oyendo los ladridos de amor del jazz;
con nuestros mismos gritos
dulcificando
el aire; con nuestros mismos pasos de
veleros cansados
señalando la ruta que el sol debe
seguir, después de cada fiesta.
vieras que nuestra música es mejor que los
coros
de tanta virgen loca; de tanto anciano turbio;
de tanto
ángel sin sexo. que nuestro paraíso está aquí
y hundidos
vamos a sorbos largos en él y a trote
rojo como caballos ebrios, mientras la
vida tiene sentido, únicamente, por estas
pequeñeces que te cuento y te
invito:
una canción, un árbol, una mujer, un bar,
una luz en la
selva, una vela en el
agua.

si existieras, por la pena
que causas, cuánta falta nos haces.
si hubieras, qué bien nos llevaríamos
contigo por
hombres, por solitarios, por abandonados.
lo malo es que no existes; yo tengo
esta evidencia y me ahogo gritándote
por la falta
que me haces.

lo malo es que no existes y que ya ni nosotros
te podemos crear
para que no estés solo.
y lo peor de todo árbol que no
veremos; agua que no tendremos; nube
que no vendrás, es que así te creáramos
no fueras
sino otro de los tantos despojos
enfogatado en el
alma; cada vez que te han creado
te han
muerto; nunca te han dejado niño;
han hecho que te
muerdan y te olviden;
te matarán de nuevo si es
que vienes. quédate donde estás amigo,
hermano, nadie.

a lo mejor tú eres ese sabor que busco desde
antes; desde
siempre, quédate donde estés;
deja que nos hundamos; sálvate
tú siquiera; a lo mejor te amo; sin creer
en ti te amo a lo
mejor, y grito
no quiero que te maten no existente.

más vale que no mueras otra vez,
ni que vengas.

a-y olvidado en la primera luna.
a-y hijo nuestro que no llegarás nunca.
a-y imposible porque así vinieras solo
nosotros somos los animales que
sobreviven, quédate donde
estés. yo no quiero perderte. no quiero que te
maten. aun cuando te odie a veces, en otras
te amo tanto, carajo.

LAS ELEGIAS DE LA CARNE

2

Antes, en dónde estabas. Dónde
la nave nueva
que salta de tus piernas. Al sur
de tus colinas se halla la patria
que amo; y cuando te
desnudo
surgen desde tu boca
los ríos
de mi pueblo. Listos a
derramarnos en una
muerte blanca nos vamos contra
el tiempo
sobre guitarras y uvas. La muerte
y sus
semillas galopan
con nosotros, mientras
nos agitamos. Dónde estarás
mañana.

5

En medio de las sábanas sus piernas, solían
incendiarse como un
neón, para el combate de los
frutos. Ardía el
vello
de
su
sexo curvo como una luna negra. Dura,
dorada, preparada, tierna
para la lluvia blanca, su arcilla
comestible
temblando como un
tajo de sed ardiendo
en agua. En qué metal sin
manos arderás esta noche.
Dónde
estarás
ardiendo.

15

Así
fuimos. Ahora
no son únicamente das calles,
que se
agrandan entre
los dos. Tampoco
son los días que
nos van
alejando
y absorbiendo hasta el nombre. Es
que ni siquiera
ahora
nos sabemos dónde. Es que no
adivinamos
a sabernos cómo. Es que ya
nunca nos cuándo.
Es
que yo
para ti. Es
que tú
para mí. Es
que los
dos pa ra
los
dos ya estamos
muertos. Ves? Me están oyendo. Ya
ni siquiera somos.