RAFAEL DÍAZ ICAZA
(Guayaquil, 1925)
CUADERNO DE CANCIONES
Doncella que al prado
del campo saliste
no entres a las ciudades con sus colas
de hambrientos
con sus gritos, rebuznos, puñaladas
comerciantes, banqueros, sodomitas
saltimbanquis, taquígrafos, doctores.
Doncella
regresa a la pestaña
torna al pájaro que no sabe mugir
y ponte nuevamente
las entrañas de amar en el sitio debido
no quieras
morirte para siempre de la pájara pinta.
Doncella
hurgada por vejigas y botellas
extraviada en gramófonos
televisores, radiolas, bacinicas
alcahuetes, poetisos, estudiantes
conspiradores, frailes, asesinos
doncella
que al prado
del campo
saliste.
II
Son cosas del bandoneón
que por gusto y nada más ...
Usted sabe, mi amigo
cosas del bandoneón.
Cosas
de llorar a veces
como Mario Moreno cuando se encuentra a solas
como Carlos Chaplin
cuando era él mismo
como Alicia
en el país de las ya muertas maravillas.
Usted sabe, mi amigo:
algo se quiebra, y usted pone
el disco más eléctrico
de los Alegres Vallenatos
la charanga más chévere
y solamente nada
solamente le suena
a hueco el corazón.
Entonces alguien grita
desde una pieza del Hotel Regina:
préstame la corbata de David Ledesma
o la pistola de Jacinto Santos
o el cortaplumas de Dávila Andrade.
Pero ¿qué cosas digo?
Cosas del bandoneón ...
¡usted perdone!
(De Señas y conirasueñas)
BALADA
Pequeño dios: ¿qué hiciste?
Te regalaron un verdadero dios
pero lo redujiste
a estampas y señales.
Te dieron
padre, madre ámame y familia
pero los convertiste en amistades
conocimientos pasajeros, saludos
y tarjetas.
Cuando llegaba la hora del amor, decías:
hora es de las visitas
hora de los cumpleaños
ahora es la hora de tomarse un trago
amén.
Pequeño dios, estabas sin embargo
lleno de amor.
Pusiste
fronteras y alambradas.
Estabas
lleno de saltos y alegrías.
Colocaste
doctorados y títulos
y rostros sin rastros
y diferencias para tus iguales.
Lo llevabas adentro, y sin embargo
lo seguías buscando
pequeño dios
pajarito cantante
mago silbador que se empeñaba
en no saber silbar.
Un día descubriste
que iba la luz abriendo las palabras
puerta tras puerta, entonces una a una
fuiste matando a todas
para no ser feliz.
Veías desde la madrugada
la luz redonda y húmeda
del lucero
y cerrabas la ventana
suicida
homicida del hombre que eres tú.
¿Quién eres, estampero?
¿Quién, solitario?
¿Quién, iluminador
empeñado en girar a tientas en la noche?
¿Quién, descubridor de los metales
preso entre piedras negras?
¿Serás, tal vez, el hombre?
Tokio, diciembre del 72.
(De Señas y contrasueñas)
OVACIONES Y VIVAS
"Pero el muerto, ay, siguió muriendo"
CÉSAR VALLEJO.
Puso en limpio el bigote de recuerdos
sacó brillo a la caja de renuncias
alisó el esternón y la clavícula
y para al fin morirse gritó ¡viva!
¡Viva el pan sin motivos!
¡Viva el guiño del tuerto!
¡Viva la enagua de la niña pobre!
¡Vivan las perinolas y los timbres!
Ya resuelto a morirse
¡Viva la lora! Dijo, y viva el perro
y su pequeña pulga
y las chicas de quince
olorosas a flores escondidas
y que vivan las chicas de noventa.
¡Viva la vida, viva la vida, dijo
y hasta la muerte recogió sus aguas
podridas y sus trapos
viejos e inevitables
y hasta la muerte dijo alegre: ¡Viva!
y el hombre nunca más volvió a morirse.
(De Zona prohibida)
MITIN EN QUITO
¡Viva la mosca sobre el hueso triste!
Digo que viva el hombre con derecho a morir
a estar encarcelado v tener hambre
con derecho a los dogmas de la iglesia.
La mujer con derecho a la vida privada
en las aceras v en los hospitales.
Digo que viva el indio con su 7 piojos
y con su mugre con derechos humanos
y vivan sus mujeres y sus hijos
con derecho al pan nuestro
sólo una vez al día, sólo una.
Policías y soldados, confidentes
prelados y oficiales:
vivan la bota azul y la dorada
casaca de las fiestas. Viva la dentadura
de metales brillantes
con la que masticáis el domicilio
la camita privada y el fogón silencioso,
viva nuestro respeto
para el que nunca acaba de morirse.
Digo que viva el hombre con derechos
de papel y de letras
el hombre siempre libre
la mujer con derechos a parir en la acera,
en las ciegas quebradas y en los páramos.
Digo, niñas de quince, viejas de quince años
con derecho al trabajo en las salas de baile:
¡Que vivan los derechos y que vivan
los dolores del hombre!
(De Zona prohibida)
EN EL 7o. DIA
Diga su amor a ritmo de Ye-Yé
dígalo a ritmo
sicodélico
de ron con toronja.
Grítelo en la difícil
ternura de los hippies
con melenas eléctricas
con blusas de naranjas y de fresas
y agresivos bluyines
tatuados en las piernas.
Diga todo su amor en la gangosa
y soñolienta voz de Charles Aznavour
expréselo con flores
de verano en el sur
de primavera en Nápoli
y con perfumes
de pezones adentro.
Cántelo, aunque después
los policías
los perros cazadores
y los encapuchados y marines
digan amor a ritmo de Vietnam
y de atómicas bombas.
Más, no le importe, amigo:
diga su amor a ritmo de Go-Gó.
(De Zona prohibida)
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