MANUEL ZABALA RUIZ
(1928)

ALTER EGO

Dentro de cada hombre alguien anda en puntillas
recogiendo puñados de cosas olvidadas;
y madruga a pasearse por los barrios el sueño
y tiende ropa blanca en el patio del alma...

Riega por la mañana, de cubos a colores,
un poquito de aurora en cada pensamiento;
y el ángel jardinero, en los labios dormidos,
derrama mariposas de palabras en vuelo...

Se asoma a la ventana abierta del espejo
y no descuida nunca su honda vigilancia;
su cómplice es la sombra, policía secreto
que duerme, por las noches, debajo de la cama...

Almacena los rostros, los nombres y las fechas;
se roba las palabras del libro que leemos,
y, muy de tarde en tarde, por puro compromiso,
nos devuelve la obscura peseta de un recuerdo...

A veces está triste como sombrero usado
y nos amarra un nudo cíe angustia en la garganta,
y nos pone en las manos, de sorpresa, el pañuelo,
y nos hace llorar porque le viene en gana...

Otras veces nos deja con la mano en el rostro
y sale vuelto ensueño tras la ciudad perdida,
o se queda mirando, como un niño embobado,
el cuento, a todo lujo, de la tarde infinita...

Travieso, como un niño que ha faltado a la escuela
se pone tan sencillo como un día de pueblo
nos llama por el nombre, nos confunde las cosas
y hace andar las pantuflas difuntas del abuelo...

Nos lleva a todas partes como terno de fiesta,
y, cuando se enamora, borracho de alegría,
pierde la compostura, busca algo en los bolsillos
y toca una llorosa guitarra pequeñita...

En la hora vulgar de cualquier tarde obrera,
Dios le anda, a grandes pasos, con un libro de versos
y todos nos miramos la cara sorprendidos
de un repentino olor a tulipanes frescos...

El día de la muerte se esconde en los armarios
y pregunta a las gentes: -De quién es ese muerto?
y en evidente angustia, al pie de nuestra cama
se juega una baraja con las cartas de duelo...

VIDA INTIMA DE UN CALAVERA

Con su espejeante frac de pluma y fantasía
pasea la arrogancia de un siglo pintoresco
el gallo: paranoico juglar de media noche,
exótico y simpatico Don Juan del gallinero

El inventó en poético soñar la serenata...
Aunque sabe jiu-jitsu, luce como un kalifa...
(Por graves testimonios de antiguas escrituras
el bueno de San Pedro le tiene cierta inquina...)

Le vuelve algo romántico la defunción del día..
Su solo de barítono emociona a la aldea,
Y picotea, en éxtasis, la vitrina celeste
donde exhibe la tarde su granero de estrellas...

Siempre soñó en ser ángel: desde que le contaron
la vida de Jacob, duerme en las escaleras...
Y se tiene por cierto que arrojará en pedazos
por plagiador intruso al reloj de la iglesia...

Sabe todo el corral que vive en el pecado...
La visita indecente a su harem espeluzna...
Y aunque su mala vida de escándalos alarma,
su poligamia tiene la aprobación del cura...

Escéptico filósofo intuye su desgracia;
él sabe que, a la postre, morirá asesinado;
por eso, en ser cantor, emplea algo del día
y el resto se las pasa en lujurioso escándalo..

Cuadernos de nostalgia escarba a flor de tierra...
Por un lance amoroso abdicó de su vuelo...
Y es tal su desventura que, el día de su muerte,
jugará a la rayuela, con sus plumas, el viento...

ESQUEMA DEL SOMBRERO

Hay en todo sombrero el intento de un viaje,
una noche en vigilia o un saludo en espera...
Código de señales para el refinamiento,
el sombrero es un ente pensativo que sueña...

De su estirpe de ave le queda sólo un ala
y el modo misterioso de posarse en la percha:
en él hay algo humano de solterón antiguo
y es, de todo el ropero, el único que piensa...

Alquila por la nada sus rodajas de sombra
y sirve de alcancía huraña al pordiosero;
se estiliza en aureola para su rol de santo
y el bonete del cura le consagra torero...

Cáscara intelectual o duende oscurantista...
Decapitado anónimo o insospechada omega...
Anticipo del huésped o porción de silencio...
Plenitud del reposo y víspera de la idea...

Le vuelve un niño triste su viudez neurasténica...
Burlón, malencarado, juega a las escondidas...
Es un monstruo en reposo cuando está bocabajo
y es un nido en ensayo cuando está bocarriba...

LA PARROQUIA

La aldea es una gris fotografía
tomada en un ataque de tristeza
donde el buey, capellán de la dehesa,
se come por los bordes la alcaldía...

Todo sucumbe en la melancolía,
y, un futurista can, de sobremesa,
mira el buey de los pies a la cabeza
como una colosal zapatería...

Sobre el monte sumido en el embrujo
la tarde pinta su cartel de lujo
donde un gitano sol se va de viaje.

Cruza una desolada golondrina;
y, en la breve ilusión de la neblina,
se enrolla el gobelino del paisaje...