ADALBERTO ORTIZ
(1914)

YO NO SE

¿Po qué será,
me pregunto yo,
que casi todo lo negro
tan pobre son
tan pobre son
como soy yo?

Yo no lo sé.
Ni yo ni Uté.

Ma, si juera un gran señó,
rico, pero bien rico,
me lo gatara todito
entre negroj como yo.

Ma, rico yo no he de sé,
esa sí que e' la verdá,
nunca plata he dé tené.
Ma, si juera un gran señó,
siempre negro sería yo.
¿Po qué será?

Yo no lo sé.
Ni yo ni Uté.

CONTRIBUCION

Africa, Africa, Africa,
tierra madre, verde sol,
en largas filas de mástiles
esclavos negros mandó.
Qué trágica fue la brújula
que nuestra ruta guió.
Qué amargos fueron los dátiles
que nuestra boca encontró.
Siempre han partido los látigos
nuestra espalda de cascol
y con nuestras manos ágiles
tocamos guasá y bongó.
Sacuden sus sones bárbaros
a los blancos, los de hoy,
invade la sangre cálida
de la raza de color,
porque el alma, la del Africa
que encadenada llegó,
en esta tierra de América
canela y candela dio.

LA MADERA DE ENCOFRADO

Cuando estuvo terminada aquella casa
trajo en dos carretas sus muebles
y se acomodó graciosamente
en un buen departamento.
Colgó su hamaca de mocora
y púsose a descansar a pierna suelta;
pero antes de un minuto despertó en la calle
Alguien que sabe de estas cosas
hoy me ha dicho que le están ya preparando
un ataúd con la madera de encofrado.

¿COMO VA LA ZANAHORIA?

¿Cómo irá la zanahoria? Preguntaba.
Siete veces mejor que en el mercado, pobrecita
mi mujer, que con su libro de dietética me dice:
-Es muy saludable en jugo helado,
pero se pone tan cara la zanahoria
cuando hay derrumbes en la línea férrea...
El rudo peón de construcciones de concreto
con su pesado cajón de mezcla 1, 2 y 4,
bajaba hasta la misma losa de las fundiciones,
a concretar sus esperanzas.
¡Qué hermoso va a quedar este edificio!
¡Primer Premio Nacional de Arquitectura!
¡Orgullo ornamental de la ciudad!
El duro peón entusiasmado con esta perspectiva
subía presuroso su cajón de mezcla 3 por 1,
hasta la misma terraza del octavo piso,
y se ponía a dominar con su mirada alegre
los trajinados barrios de la urbe.
Pasmaba a todos los curiosos
con su maravilloso equilibrio en los andamios.
Era feliz en ese rascacielos
construido con sus manos de Aladino.
Es muy raro el color de la zanahoria,
como la linda cabeza de Chelita
donde se tortura mi amigo el pintor
con oscuridades solanescas
y problemas de líneas, colores y estructuras,
buscando ontológicamente la esencia de las cosas.
Mientras ella canta, baila,
coquetea y juega hockey,
él vuelve a la paleta
con sus prostitutas monstruosas,
sus barrios suburbanos
y su colección de insectos
en maravilloso technicolor.
Yo miro, sueño y me pregunto:
¿Cómo irá la zanahoria? Pobrecita.

EL PELO Y LOS PERIODICOS

A Enrique Gil Gilbert

Mi amigo, el peluquero,
cree, a pie juntillas, en todas las noticias
de la Prensa Unida y Asociada,
en los partes de guerra de Corea
y en los discursos de Truman y Eisenhower.
Cuando electrocutaron a los esposos Rosenberg,
fue a la catedral y oró contritamente
por el perdón de sus culpas de espionaje atómico,
después de haber gozado en la lectura
de todos los detalles.
Cree en la honestidad, proclamada en los periódicos,
de todos los contrabandistas,
prevaricadores y coimeros,
convertidos en prohombres de la Patria.

El diario de la mañana es su Evangelio
y la fuente inagotable de sus temas
para distraer a sus clientes.

A mí me aburre.
Pero debo subir a su silla pasando una semana
con un escalofrío, mirarme en el espejo
y acordarme de la inocencia y sacrificio de los Rosenberg,
porque tengo un pelo muy difícil
y él es un hábil peluquero.